domingo, 11 de noviembre de 2012

LA AMISTAD DE LAS ESTRELLAS


Éramos amigos y nos hemos vuelto extraños. Pero está bien que sea así, y no queremos ocultarnos ni ofuscarnos como si tuviésemos que avergonzarnos de ello. Somos dos barcos y cada uno tiene su meta y su rumbo; bien podemos cruzarnos y celebrar juntos una fiesta, como lo hemos hecho - y los valerosos barcos estaban fondeados luego tan tranquilos en un puerto y bajo un sol que parecía como si hubiesen arribado ya a la meta y hubiesen tenido una meta. Pero la fuerza todopoderosa de nuestras tareas nos separó e impulsó luego hacia diferentes mares y regiones del sol, y tal vez nunca más nos veremos - tal vez nos volveremos a ver, pero no nos reconoceremos de nuevo: ¡los diferentes mares y soles nos habrán trasformado! Que tengamos que ser extraños uno para el otro, es la ley que está sobre nosotros: ¡por eso mismo hemos de volvernos más dignos de estimación uno al otro! ¡Por eso mismo ha de volverse más sagrado el recuerdo de nuestra anterior amistad! Probablemente existe una enorme e invisible curva y órbita de estrellas, en la que puedan estar contenidos como pequeños tramos nuestros caminos y metas tan diferentes -¡Elevémonos hacia ese pensamiento! Pero nuestra vida es demasiado corta y demasiado escaso el poder de nuestra visión, como para que pudiéramos ser algo más que amigos, en el sentido de aquella sublime posibilidad. Y es así como queremos creer en nuestra amistad de estrellas, aun cuando tuviéramos que ser enemigos en la tierra.

LA GAYA SCIENZA
Friedrich Nietzsche

martes, 9 de octubre de 2012

Crave de Sarah Kane


"Y quiero jugar a las escondidas y regalarte mi ropa y decirte cuanto me gustan tus zapatos y sentarme en el borde de la bañera mientras te bañas y hacerte masajes en el cuello y darte besos en los pies y llevarte de la mano e irme contigo a cenar y que no me importe que comas de mi plato y encontrarme contigo en el Rudy’s y hablar del día y tipiar tus cartas y llevar tus cajas y reírme de tus paranoias y regalarte discos que nunca escucharás y ver películas buenísimas y ver películas malas y quejarme del programa de radio y sacarte fotos mientras duermes y levantarme para prepararte el café con tostadas y pancitos y salir contigo a tomar un café al Florent en medio de la noche y dejar que me robes los cigarrillos y que nunca tengas fuego y contarte lo que vi en la tele la otra noche y acompañarte al oculista y no reírme de tus chistes y desearte por la mañana pero dejarte dormir un poco más y mientras darte besos en la espalda y acariciar tu piel y decirte cuanto me gusta tu pelo tus ojos tus labios tu cuello tu pecho tu culo tu. Y sentarme a fumar en las escaleras hasta que vuelva tu vecina y sentarme a fumar en las escaleras hasta que tu vuelvas y preocuparme cuando te atrasas y asombrarme cuando te adelantas y regalarte girasoles e ir a tu fiesta y bailar hasta quedar negro y estar triste cuando me equivoque y feliz cuando me perdones y mirar tus fotos y desear haberte conocido desde siempre y sentir tu voz en mis oídos y sentir mi piel contra tu piel y tener mucho miedo cuando te enojes y se te ponga un ojo rojo y otro azul y tu pelo hacia la izquierda y una cara de oriental y decirte que estás preciosa y abrazarte cuando estés ansiosa y abrazarte más cuando sufras y desearte solo con olerte y abusarme al tocarte y gemir cuando esté a tu lado y gemir cuando no esté a tu lado y babear sobre tu pecho y no envolverte toda la noche y sentir frio cuando me quites la manta y sentir calor cuando no lo hagas y derretirme cuando sonrías y desintegrarme cuando rías y no entender por qué crees que te estoy rechazando cuando no te estoy rechazando y preguntarme quién eres pero aceptarte igual y contarte acerca del ángel del árbol del niño del bosque encantado que voló sobre el océano porque te amaba y escribirte poemas y preguntarte por qué no me crees y tener un sentimiento tan profundo que no encuentra palabras y querer comprarte un gatito y sentir celos de él cuando reciba más atención que yo y retenerte en la cama cuando te tengas que ir y llorar como un bebé cuando finalmente te vayas y vacías los ceniceros y comprarte regalos que no quieras y llevármelos otra vez y pedirte que te cases conmigo y que tú me digas que no otra vez pero continuar pidiéndotelo porque aunque tú creas que no es en serio siempre fue en serio desde la primera vez y deambular por toda la ciudad pensando que sin ti está vacía y querer todo lo que quieres y pensar que me estoy perdiendo a mí mismo y saber que contigo estoy a salvo y contarte de mí mismo lo peor e intentar darte lo mejor porque tu lo mereces y contestar tus preguntas cuando prefiera no hacerlo y decirte la verdad cuando en realidad no quiera e intentar ser honesto porque sé que tú lo prefieres y pensar que todo se acabo pero aferrarme allí diez minutos más que me eches de tu vida y te olvides de quien soy e intentar acercarme a ti porque es hermoso aprender a conocerte y el esfuerzo vale la pena y hablarte mal en alemán y en peor hebreo y hacer el amor contigo a las tres de la madrugada y de alguna de alguna manera comunicarte algo de ese amor abrumador arrasador incondicional omnipresente y semipaterno que enriquece el corazón y libera la mente ese amor eterno y presente que siento por ti".


Este monólogo hace parte de la obra de teatro Crave, escrita por Sarah Kane, dramaturga y directora de teatro que hace muy poco he podido apreciar.

La autora advierte que en esta obra "la puntuación ha sido utilizada para indicar el ritmo y no para ajustarse a las reglas de la gramática".

lunes, 28 de mayo de 2012

¿Quién decidió?

Con el ánimo de seguir cuestionando el orden inconveniente para las mujeres y por lo tanto para la sociedad, comparto esta campaña que me gustó ¿Quién decidió? 
Tomado de: http://10mandamientos.com.mx/campa.html






















sábado, 19 de mayo de 2012

No me arrepiento de nada


Desde la mujer que soy
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina—
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

Gioconda Belli

lunes, 14 de mayo de 2012

El lugar que la religión le ha dado a la mujer

Tengo muchas razones para desconfiar de la religión. Hoy traigo a colación una de las más fuertes, la cual está relacionada con el lugar que la religión Católica y las demás, inspiradas en el mito judeocristiano, le han dado a la mujer. Definitivamente hay que desconfiar y dudar de una fe en la que, como señala Florence Thomas, "es un niño dios, varón, que la virgen María lleva orgullosa en los brazos. Es ese niño varón que reencontramos en todos los frescos de las iglesias, en toda la iconografía religiosa; es ese hijo varón de un dios-padre potentísimo que es la esencia de la cultura judeocristiana occidental. A nosotras nos regalaron dos imágenes mortíferas de identificación: la imagen de María, madre abnegada, sufrida y silenciosa, o la de una Eva pecadora, irreverente, rebelde y desobediente a dios, responsable de todos los males venideros para la humanidad".

martes, 8 de mayo de 2012

Sexo y pereza


"Ahora lo que cansan son las relaciones. Sexo sí, relaciones no. La industria sexual en Japón refleja y alimenta una sociedad de perezosos masturbadores que pagan para no tener que ocuparse de sus mujeres o de sus novias; que pagan, en definitiva, para emancipar su propio placer de cualquier contacto exterior".

Comparto un texto que puede ser interesante, pero también discutible, de Santiago Alba Rico:

Hace unas semanas, un documental emitido por la televisión española revelaba una realidad insospechada para los que amamos la cultura japonesa: el 70% de los habitantes de Japón no mantiene nunca relaciones sexuales: parejas casadas que llevan veinte años sin hacer el amor, novios castos que evitan tocarse, ejecutivos solitarios que pagan por poder acariciar... un gato. Podríamos pensar que se trata de una cultura puritana y reprimida o de una sociedad de disciplina “protestante”, volcada en el trabajo, que ha dado la espalda a los placeres del erotismo. Pero es mucho más complicado e inquietante. Porque resulta que este Japón monacal, de pocos hijos y menos abrazos, cuenta con la más floreciente industria del sexo del mundo, con unos ingresos de 20.000 millones de euros al año que representan el 1% del PIB del país. Aún más: no se trata sólo de la industria más potente sino también de la más refinada, la más variada, la más imaginativa y la menos púdica: las calles de Tokio ofrecen sin tapujos toda clase de reclamos publicitarios y toda clase de servicios; y sus ciudadanos los reciben y los usan con la misma naturalidad con la que comen sushi o compran el último modelo de iPhone.
¿Hay alguna contradicción o, por el contrario, una proporcionalidad directa entre la abstinencia sexual y la hipertrofia de los estímulos sexuales? La característica central de esta refinadísima industria del placer corporal es que todas sus ofertas, sus adminículos, sus imágenes y sus promesas de gozo no sólo excluyen la penetración (que es la que define la prostitución, ilegal en Japón) sino que está orientada a suprimir cualquier mediación propiamente humana. ¿Cómo decirlo? No es que en Japón estén desapareciendo las “relaciones sexuales”; lo que están desapareciendo son las “relaciones” en general mientras que el sexo sin relaciones, completamente autorreferencial, va ocupando un lugar cada vez más importante en la vida de individuos desconectados del mundo que no sienten la menor vergüenza en exhibir y proclamar esta desconexión. Esta riquísima, civilizadísima, libérrima industria sexual -con todo su aparato escénico e instrumental- está orientada a ahorrar el trabajo de las dependencias exteriores: el cortejo, la conversación, los preliminares, el otro mismo. Uno de los japoneses entrevistados en el documental declaraba con alegre franqueza que prefería masturbarse en una cabina con una vagina de plástico mientras veía imágenes pornográficas que acostarse con su novia: “me da mucha pereza”, decía, “porque cuando estoy con ella tengo que ocuparme de su placer y prefiero ocuparme sólo del mío”. Lo extravagante de este egoísmo es que quiebra la regla antropológica básica de los últimos 15.000 años según la cual el propio placer sexual estaba asociado precisamente a la existencia de otros cuerpos y al reconocimiento, aunque fuese negativo, de nuestra dependencia de ellos. El sexo en Japón se ha emancipado de los cuerpos, esas criaturas tan inmanejables, tan incómodas, tan exigentes, tan imprevisibles.
“El infierno son los otros”, decía el filósofo Jean-Paul Sartre. Los otros, sobre todo, dan pereza. Hasta ahora nos cansaba trabajar y nos cansaba también estudiar mientras que estábamos siempre dispuestos a reunirnos con unos amigos, ir a una fiesta, participar en el bullicio de una conversación, desnudar de nuevo con emoción el pecho del amado. Ahora lo que cansan son las relaciones. Sexo sí, relaciones no. La industria sexual en Japón refleja y alimenta una sociedad de perezosos masturbadores que pagan para no tener que ocuparse de sus mujeres o de sus novias; que pagan, en definitiva, para emancipar su propio placer de cualquier contacto exterior.
El colmo de la civilización, ¿será la masturbación industrial? Tres cosas llaman la atención de esta extraña pereza cultural. La primera, como insólita ruptura antropológica, tiene que ver con el hecho de que las imágenes y los instrumentos han absorbido por completo la intensidad de los objetos a los que aludían o sustituían. La pornografía, las muñecas, los juguetes sexuales, fuente hasta ahora de estímulo y de insatisfacción, sucedáneos irritantes del cuerpo deseado, se han convertido en el objeto mismo donde se satisface el deseo. Esas imágenes, esas muñecas, esos juguetes, constituyen la superación completa de todas las imperfecciones y todas las molestias, al servicio ahora de un placer encerrado, como un molusco, en el propio cuerpo. En su cabina, frente a la pantalla, manipulando el artefacto de plástico, el perezoso no echa de menos el cuerpo verdadero; todo lo contrario: se siente aliviado, liberado, sexualmente colmado en su confortable negación del mundo.
La segunda cosa que llama la atención de esta ruptura antropológica es, en cambio, de orden muy tradicional: esta nueva sociedad de perezosos masturbadores sigue siendo, como la anterior, machista y masculina, y en ella la mujer ocupa no sólo un papel subalterno sino también instrumental. La industria japonesa del sexo, que no está dirigida a las mujeres, emplea sin embargo a muchas mujeres, pero no porque los clientes pidan o necesiten cuerpos femeninos, sino porque los cuerpos femeninos, con un poco de trabajo, pueden lograr parecer imágenes, muñecas y juguetes. Los hombres se ahorran el trabajo de las relaciones; las mujeres trabajan para ahorrar a los hombres el trabajo de las relaciones. Ciencia-ficción y patriarcado se citan en los locales de masturbación industrial de Tokio. La vieja utopía homofóbica y misógina de un mundo sin mujeres se hace realidad en estos recintos de sexo puro donde una sucesión de Unos Machos se derrite en un espacio sin Nadie.
La última sorpresa es inquietante y se refiere a la naturalidad con que los japoneses reivindican su derecho a la pereza antropológica. Hay algo muy desagradablemente machista en la bravuconería del latin-lover que se jacta en público de sus hazañas sexuales; pero uno casi siente nostalgia del macho de las cavernas, y hasta del salvaje torturador, ante la obscenidad del masturbador industrial al que sobran todos los cuerpos del mundo y que exhibe su auto-erotismo como la máxima satisfacción y la máxima evolución a la que puede aspirar un individuo humano.
Una de las ventajas del sexo es que obliga a prestar atención al otro. No cuidamos un cuerpo enfermo de buena gana, pero nos ocupamos con minucioso entusiasmo del cuerpo deseado. El amor y el deseo constituyen la única garantía irrefutable de la existencia del mundo y de nuestra dependencia recíproca en él. Un beso es una forma de materializar al otro; una caricia una marca de salvación del cuerpo ajeno. ¿Que pasa cuando la pereza llega al extremo de cortar todo vínculo -incluso el del deseo- con un cuerpo de carne y hueso? Japón, vanguardia del capitalismo, está a punto de liberarse industrialmente de la atadura de los otros. Quizás sea bueno. Un perezoso antropológico emancipado de todas las relaciones corporales no será un maltratador doméstico ni un violador en serie ni un sádico verdugo; un masturbador satisfecho nunca será un activo destructor del mundo. Pero un macho que se “independiza” de los cuerpos a través de la masturbación artefacta, un perezoso radical adicto a la ausencia industrial del mundo, hará muy poco por conservar ese mundo que desprecia, allí donde se encuentre en peligro, y hará en cambio todo lo que sea necesario -y sin ningún malestar o remordimiento- por conservar la industria de la que depende su independencia. Entre la barbarie antigua, tan saludablemente asesina, y la masturbación ultracivilizada, tan bárbaramente perezosa, ¿no habrá aún alguna forma de seguir reivindicando la existencia del mundo, el amor libre, la dependencia voluntaria, el beso salvífico, el placer compartido?

domingo, 1 de abril de 2012

Los 10 mandamientos de la mujer

La semana pasada me llegaron al correo unas imágenes de mujeres, acompañadas de unas frases con las que me identifiqué bastante. Quise investigar un poco más y me di cuenta que se trataba de una campaña que busca "encontrar las 10 reglas por las cuales (las mujeres) queremos regirnos y comportarnos".
Los 10 mandamientos de la mujer los puedes consultar en: http://10mandamientos.com.mx/acercade.html
A pesar de que sólo se seleccionaron 10 excelentes premisas, yo quisiera rescatar otras que fueron finalistas y con las que posiblemente muchas nos identifiquemos: