No
me interesa en absoluto una vida convencional, las relaciones tradicionales ni un
empleo común. Me fastidian las etiquetas y los imperativos sociales los cuales,
si me descuido, terminaría por imponérmelos yo misma. Siento interés por varias
cosas al mismo tiempo y aunque en un momento eso me acomplejaba porque la norma
social dicta que para ser bueno tienes que dedicarte a una sola cosa, luego me
di cuenta que mi fuente de gratificación es la variedad y eso sin contar con que
ya no me importa si los demás piensan que soy buena en algo, si yo lo disfruto,
con eso basta para llenarme de felicidad.
Y pues sí, renuncié a un empleo estable porque me cuesta cumplir horarios, porque después de cuatro años no encontraba nada nuevo para aprender y porque las tardes soleadas que alcanzaba a ver desde la oficina terminaron convenciéndome de saltar de ese barco así tuviese que nadar kilómetros. A eso me dediqué, a nadar y vendí el carro y me compré una cicla… ja! sí, es cierto, eso me llena de una secreta satisfacción que hasta hoy me atrevo a confesar.
Obviamente, empecé a mover más mi cuerpo y mi mente, eso hizo que mi salud mejorara considerablemente y las lumbalgias que me atormentaron por casi cuatro años prácticamente desaparecieron. Las relaciones tormentosas también las dejé atrás, como ya dije no puedo con el control y esas cadenas aunque me costaron un poco más también las rompí. Con estas decisiones noté que mi vida fue fluyendo y mágicamente apareció una buena manera de solucionar los asuntos económicos propios de este mundo terrenal al que tanto me ha costado adaptarme.
Aprendí que lo mío es el agua y el aire, el fuego arde en mi corazón a través del amor que me inspiran los animales, las plantas y algunos humanos y, como es evidente que necesito un polo a tierra, encontré en el cultivo de plantas una forma, muy a mi manera, de echar raíces.
Y pues sí, renuncié a un empleo estable porque me cuesta cumplir horarios, porque después de cuatro años no encontraba nada nuevo para aprender y porque las tardes soleadas que alcanzaba a ver desde la oficina terminaron convenciéndome de saltar de ese barco así tuviese que nadar kilómetros. A eso me dediqué, a nadar y vendí el carro y me compré una cicla… ja! sí, es cierto, eso me llena de una secreta satisfacción que hasta hoy me atrevo a confesar.
Obviamente, empecé a mover más mi cuerpo y mi mente, eso hizo que mi salud mejorara considerablemente y las lumbalgias que me atormentaron por casi cuatro años prácticamente desaparecieron. Las relaciones tormentosas también las dejé atrás, como ya dije no puedo con el control y esas cadenas aunque me costaron un poco más también las rompí. Con estas decisiones noté que mi vida fue fluyendo y mágicamente apareció una buena manera de solucionar los asuntos económicos propios de este mundo terrenal al que tanto me ha costado adaptarme.
Aprendí que lo mío es el agua y el aire, el fuego arde en mi corazón a través del amor que me inspiran los animales, las plantas y algunos humanos y, como es evidente que necesito un polo a tierra, encontré en el cultivo de plantas una forma, muy a mi manera, de echar raíces.
Otra forma de humanidad es posible, gracias eli...por la ilusion!!
ResponderEliminarEstoy segura que es posible, si nos sumamos más a la utopía.
Eliminar¡Un abrazo!
Eli