martes, 27 de abril de 2010

Cambio de paradigma

Cada adelanto tecnológico supone un cambio de paradigma social y este paso de lo establecido a lo nuevo ha generado una serie de opiniones y debates entre “los neófobos y los neófilos”, conceptos que Román Guberns, autor de El Eros electrónico, emplea para nombrar, en el primer caso, a las personas renuentes al cambio y, en el segundo, a los que se muestran optimistas y entusiastas con la novedad.




En su momento, cada artefacto tecnológico, desde la imprenta hasta la Web, ha generado varias reacciones, tanto a favor como en contra. Sin embargo, es necesario señalar que el dispositivo no es el elemento decisivo entre las bondades o los perjuicios que susciten, sino que es la sociedad, mediante el uso que hace de la herramienta -para cumplir con sus fines- la que genera tanto las consecuencias positivas como las degradantes.

De este modo, la manera de concebir la ciudad tal y como la modernidad nos la enseñó, ha sufrido una serie de cambios que están directamente relacionados con la aparición de la Internet, la cual, según Raúl Trejo Delarbe, “no solo compite sino que tiende a desplazar a la ciudad”. Un ejemplo de ello lo constituyen los asuntos sociales de índole productiva, pues cada vez es más recurrente el uso de correos electrónicos para intercambiar información; pero también la diversión juega un papel protagónico en el asunto.

Es decir que “quienes, en vez de hacer a diario el recorrido de ida y vuelta entre el hogar y la oficina trabajan desde su casa, ahorran hasta varias horas que de otra forma tendrían que destinar al transporte [… Además] en vez de ir al kiosco de la esquina o al almacén del barrio es posible leer los diarios y comprar los alimentos a través de la red”, apunta Trejo Delarbe.

Esta tendencia cada vez gana más adeptos. Algunas de las cifras más significativas señalan que tan solo en Latinoamérica hay 115.8 millones de usuarios en Internet, los cuales interactúan constantemente por las autopistas de la información. No obstante, el concepto de red social también es un aspecto relevante pues según las cifras presentadas por ComScore World Metrix, publicadas en deltaasesores.com, MySpace cuenta con 109.3 millones de usuarios y Facebook: 100.7

Es evidente, que la Internet hace parte de la cotidianidad y que ha creado nuevas necesidades y formas de vivir la ciudad. La apuesta, debe ser por encontrar un punto de equilibrio en donde la ciudad y la tecnología puedan compartir espacios sin que una desplace a la otra. Para ello es necesario tener claro cuales son las fronteras entre la realidad y la virtualidad y sacarle el máximo provecho a la herramienta haciendo un uso ético de la misma.

miércoles, 21 de abril de 2010

Un video para esta semana

Cuando las palabras se agotan, quedan las imágenes con su capacidad simbóloca y evocadora...

martes, 13 de abril de 2010

Por la ciudad y sus espacios

Hoy he decidido abrir el libro de Medellín en un capítulo que muchos leen a diario, pero por los afanes de llegar al trabajo o por tratar de conseguir botas para lustrar, no se detienen para hacer una lectura del colorido que lo enmarca; que tiene algo para contar mañana, tarde y noche; y que aunque se escribe desde 1844, es imposible predecir cuándo se terminarán de imprimir las últimas líneas de los párrafos que ahora despiertan mi interés.
Desde un bus de Floresta Estadio 240 observo el resplandor de la mañana gris por la lluvia de ayer; pero un haz de luz se cuela entre las nubes y se riega por la avenida Oriental. Son las 8:00 de la mañana y cuando llego al Centro Comercial Villanueva la luz refractada en sus vitrinas me recuerda que hasta ahí me trajo el bus; luego camino por Perú y los orines concentrados, tanto a ese costado de la Basílica como en la esquina del frente, son quienes me dan la bienvenida.
Continúo con mi marcha, y después de dejar atrás el sonido de unas coquitas con monedas, el Parque Bolívar por fin se abre para mí. Antes ya lo había hecho, pero igual al transeúnte o a la compradora en el mercado de San Alejo; jamás lo abrí con la intención de comprenderlo o, por lo menos, con la mirada de asombro que produce el descubrir algo nuevo.
El Parque Bolívar es un rectángulo en el que la Basílica Metropolitana define cual es su principio y cual es su final; lo enmarcan muchos locales, en su mayoría de comidas, algunos de tradición en el lugar y otros con la apariencia de comidas rápidas norteamericanas que han inundado la ciudad; éstos últimos remplazaron hoteles, juzgados y joyerías, que la memoria de quienes frecuentan el lugar, desde que eran jóvenes, mantienen vigentes: “…el Parque ha cambiado mucho, yo prefiero el de antes; se puede llamar nostalgia por el pasado o simplemente entender que ya se es viejo”, comenta Darío Zuluaga, un hombre de 75 años, quien junto con sus amigos visita el Parque casi todos los días, y agrega: “… venir aquí es algo que me gusta mucho; uno se encuentra con otras personas y se le pasa a uno el tiempo conversando”.
Es posible que Caracas, Perú, Ecuador y Venezuela sean calles que se hayan transformado de acuerdo con las nuevas exigencias de la sociedad de consumo; pero aunque sea importante el marco, es el cuadro, en este caso, el rectángulo quien contiene la esencia. A medida que la mañana avanza se aumenta el flujo de personas que desprevenidas pasan por allí; cada vez el trabajo de los lustrabotas aumenta, los restaurantes y demás locales comerciales abren y cierran sus cajas registradoras más seguido; y el haz de luz de la mañana, ahora se ha convertido en un sol abrasador que ilumina el escenario en donde Bolívar es el más fiel espectador.
Otros personajes del Parque son el palomero, un hombre joven que todas las mañanas cumple una cita con sus palomas; Gardel, quien evoca al dueño de este apellido, se sube a las escaleras de la estatua del Libertador y a capella deleita a los transeúntes con letras de su Carlitos; el músico, el cual sentado al lado de la fuente trata de reparar las cuerdas de su deteriorada guitarra y espera que su compañero termine para continuar con su show.
“En semana eso es lo que se ve, pero los domingos es mejor, vienen las bandas musicales y otros personajes visitan el Parque; por ejemplo, viene un man que se mete clavos por la nariz y se los saca por las orejas, y así por el estilo”, cometa Mariano Gil, vendedor de plantas, abonos y materas en el Parque Bolívar, y añade: “a eso de las cuatro de la tarde los viejitos ya se han ido y vienen otros más pelaos que les gusta la marihuanita, se sientan en las escalas de las estatua de Simón Bolívar y no sé hasta qué horas se quedan, porque cuando me voy (…a las 6:30) se les ve todavía muy cómodos”.
Mientras el sol cambia de lado mi sombra, los frondosos cauchos que acompañan al Parque desde su fundación en 1844 se mecen bruscamente para reclamar el puesto que se merecen dentro del Parque de Bolívar, que solo adquirió este nombre en 1871, y que se legitimó cuando la imponente estatua del llamado Libertador montado en su caballo fue ubicada en el corazón de este sitio en 1923.
Simón Bolívar fue, desde el siglo XIX El Libertador y desde el XX testigo de las transformaciones e historias del Parque, frente a las cuales guarda eterno silencio, pues aunque Caracas, Perú, Ecuador y Venezuela cambian vertiginosamente, continuarán siendo el marco que lo mantienen vigente.
A las 5:30, antes de abandonar el lugar, me detengo otra vez para contemplar la estatua del más testigo que Libertador y observo unas letras borrosas, marcadas en su base, que dicen: “Con los siglos crecerá nuestra gloria como crece la sombra cuando el sol declina”.

lunes, 5 de abril de 2010

Intento matar a mi "Ángel de la Casa"

Este interesante fragmento de Virginia Wolf, llegó a mis manos gracias a la oportuna recomendación de Sofía Fernández*

¡Qué lo disfruten!

“Y, mientras estaba escribiendo esta reseña, descubrí que, si quería dedicarme a la crítica de libros, tendría que librar una batalla con cierto fantasma. Y ese fantasma era una mujer, y, cuando conocí mejor a esta mujer, le di el nombre de la protagonista de una famosa poesía. ‘El Ángel de la Casa’.
Ella era quien solía obstaculizar mi trabajo, metiéndose entre el papel y yo, cuando escribía reseñas de libros. Ella era quien me estorbaba, quien me hacía perder el tiempo, quien de tal manera me atormentaba que al fin la maté... La describiré con la mayor brevedad posible. Era intensamente comprensiva. Era intensamente encantadora. Carecía totalmente de egoísmo. Destacada en las difíciles artes de la vida familiar. Se sacrificaba a diario. Si había pollo para comer, se quedaba con el muslo; si había una corriente de aire, se sentaba en medio de ella; en resumen, estaba constituida de tal manera que jamás tenía una opinión o un deseo propio, sino que prefería siempre adherirse a la opinión y al deseo de los demás. Huelga decir que sobre todo era pura. Se estimaba que su belleza constituía su principal belleza. Su mayor gracia eran sus rubores. En aquellos tiempos, los últimos de la reina Victoria, cada casa tenía su Ángel. Y, cuando comencé a escribir, me tropecé con él, ya en las primeras palabras. Proyectó sobre la página la sombra de sus alas, oí el susurro de sus faldas en el cuarto. Es decir, en el mismo instante en que tomé la pluma en la mano para reseñar la novela escrita por un hombre famoso, el Ángel se deslizó situándose a mi espalda, y murmuró: ‘Querida, eres una muchacha, escribes acerca de un libro escrito por un hombre. Sé comprensiva, sé tierna, halaga, engaña, emplea todas las artes y astucias de nuestro sexo. Jamás permitas que alguien sospeche que tienes ideas propias. Y, sobre todo, sé pura’. Y el Ángel intentó guiar mi pluma (…)
Me volví hacia el Ángel y le eché las manos al cuello. Hice cuanto pude para matarlo. Mi excusa, en el caso de que me llevaran ante los tribunales de justicia, sería la legítima defensa. Si no lo hubiera matado, él me hubiera matado a mí. Hubiera arrancado el corazón de mis escritos. Sí, por cuanto, en el mismo momento en que puse la pluma sobre el papel, descubrí que ni siquiera la crítica de una novela se puede hacer, sin tener opiniones propias, sin expresar lo que se cree de verdad, acerca de las relaciones humanas, de la moral y del sexo. Y, según el Ángel de la Casa, las mujeres no pueden tratar libre y abiertamente esas cuestiones. Deben servirse del encanto, de la conciliación, deben, dicho sea lisa y llanamente, decir mentiras si quieren tener éxito. En consecuencia, siempre que me daba cuenta de la sobra de sus alas o de la luz de su aureola sobre el papel, cogía el tintero y lo arrojaba contra el Ángel de la Casa. Tardó en morir. Su naturaleza ficticia lo ayudó en gran manera. Es mucho más difícil matar a un fantasma que matar una realidad. Siempre regresaba furtivamente, cuando yo imaginaba que ya lo había liquidado. Pese a que me envanezco que por fin lo maté, debo decir que la lucha fue ardua, duró mucho tiempo, tiempo que yo hubiera podido dedicar a aprender gramática griega, o a vagar por el mundo en busca de aventuras. Pero fue una verdadera experiencia, una experiencia que tuvieron que vivir todas las escritoras de aquellos tiempos. Entonces, dar muerte al Ángel de la Casa formaba parte del trabajo de las escritoras (…)"


¿Cuál es tu Ángel de la Casa?
¿Qué se interpone entre tu deseo y su realización?


*Sofía Fernández es psicoanalista asociada a la NEL-Medellín. Coautora del libro Mujer y feminidad en el psicoanálisis y feminismo.

jueves, 25 de marzo de 2010

A propósito de la película de moda…

Como el fin de semana pasado estuve viendo la Alicia de Tim Burton, recordé el libro que hace rato me leí y las diversas interpretaciones que se han escrito alrededor de la historia del Lewis Carroll, entonces de gomosa me he atrevido a publicar la mía.
La mayoría de los análisis de esta obra sostiene que no es una historia para niños y niñas, sino más bien para adultos; puesto que está colmada de símbolos y metáforas que hacen referencia, por ejemplo, al problema de la identidad que poco o nada le interesa al público infantil.
Sin embargo, para los más pequeños el país absurdo del sueño de Alicia se parece mucho al suyo, donde no hay fronteras para la imaginación y la creatividad, donde la lógica se troca sin razón, donde todo es posible, donde la vida es sueño y el sueño realidad.

Los más grandes se sienten atraídos porque, según un post de formacion-docente.idoneos.com, “para el lector adulto el autor es un visionario que ha logrado representar el mundo principalmente el de fines del siglo XIX, que -como todo cambio de siglo- trajo aparejado sensaciones dispares, incoherencia, interrogantes no resueltos, miedos y ansiedades”.

Pues a mí no me dio el análisis para tanto. Esta historia me atrapa (sobre todo su primera versión escrita) particularmente porque como Alicia tengo sueños que me perturban y que me revelan situaciones confusas que no son compresibles desde la lógica o la razón y porque me gusta pensar que todo tiene un sentido y un significado más allá de lo que a simple vista parece.


Cómo es el cuento…

La versión escrita narra la historia de una niña llamada Alicia, quien por perseguir a un conejo blanco que encuentra en el bosque, cae por una profunda madriguera sobre un montón de hojas secas. En un cuarto sin salida come y bebe, se estira y se encoge y naufraga en sus propias lágrimas. Cuando sale de allí comienza sus aventuras en un mundo extraño, tomando diferentes brebajes y comiendo extraños pasteles.

Participa en el té de la liebre, conoce al gato Cheshire que aparece y desaparece, juega al Croquet con la Reina de Corazones y hasta es citada como testigo en el proceso que inicia la sota. En el momento de mayor peligro, cuando todas las barajas la acusan, se despierta.


Se podría decir que la historia es…

· Una crítica a la sociedad del siglo XIX y a la lógica del mundo moderno

Alicia, la protagonista, representa a una niña inglesa, muy educada, acostumbrada a aceptar las rarezas ajenas, mientras no atenten contra sus intereses.

El autor nos muestra un mundo donde reina el caos. Su visión, teñida de humor negro, nos presenta una vida donde seres alienados conviven sin comunicarse. Sus individualidades representan arquetipos humanos como el conejo blanco, perseguido por el reloj, atormentado por el tiempo, simboliza burlonamente al hombre que sufre de la gran enfermedad del mundo moderno, la prisa; y la Reina de Corazones, que representa al absolutismo monárquico a partir del uso indiscriminado del poder.

El ambiente es, por momentos, severo e indiferente, en otras ocasiones, absurdo y caótico. La atmósfera está imbuida de soledad y de incomunicación. Los personajes hablan pero no se comunican, no dialogan, monologan indefinidamente.
· Una analogía de la adolescencia
Alicia deja de encontrar interesante las tardes de lectura con su hermana, a causa del tedio que la cotidianidad le produce se queda dormida y tiene un extraño sueño. Así es como se devela el desinterés por el mundo infantil y, al tiempo, el rechazo a la identificación con las figuras inmediatas de la adultez – los padres y los hermanos mayores, entre otros-.
Al descender por la madriguera del conejo, Alicia está avanzando en el tiempo hacia ese momento, ya cercano, en el que ingresará en el mundo social de los mayores. Y al llegar al fondo de la madriguera, el primer dilema que se le plantea es si beber o no de ese frasco que hay encima de la mesa, si crecer o no crecer, es decir, si hacerse o no hacerse adulta.
Alicia se entrega al juego de los tamaños, pero esa metamorfosis constante la atormenta y siente que pierde su identidad: "yo era... yo soy... soy otra". Por momentos, la protagonista se torna mordaz, autoritaria y orgullosa. En otros se muestra humana. Aparece como el reflejo de la infancia mal adaptada en el mundo adulto, que busca un lugar desde donde construir su identidad.
En su viaje hacia la adultez conoce personajes que son ajenos a lo que siempre había concebido como normal, bebe pócimas y come pasteles que le hacen cambiar de tamaño y constantemente se pregunta quién es.

Duda de sí misma o, como en la película, de su muchosidad. Cambia de actitud y de estado de ánimo, así como cambia de estatura.
· Un viaje al interior del ser
Alicia, al caer por una madriguera al interior de la tierra, simbólicamente entra en sí misma. Luego aparece encerrada en una habitación con muchas puertas, pero ninguna le permite salir, hasta que encuentra una muy pequeña (podría ser la puerta al inconsciente) que se presenta como única opción para dejar ese claustrofóbico lugar.

Convencida de querer entrar en el jardín que alcanza a ver por la pequeña puerta toma una poción (deseo) que la pone de un tamaño apto para pasar por ella, pero olvida la llave que la abre (la voluntad); vuelve a crecer para recuperarla pero se da cuenta que otra vez no cabe, comienza a llorar y al mismo tiempo a achicarse hasta que se encuentra nadando en sus propias lágrimas (confrontación en la que se encuentra consigo misma al resistirse a entrar en sí por temor a lo que descubra).

Alicia, cuando consigue entrar en el jardín encuentra animales con conductas humanas muy incomprensibles. De este modo, despierta en un mundo absurdo, recorre ambientes de misteriosa organización, capta su propia insuficiencia (falta de muchosidad), examina distintas posibilidades en la búsqueda de soluciones, participa en un juicio y realiza monólogos interiores, proceso muy similar a lo que se experimenta en un psicoanálisis.

Además, la niña se encuentra en su camino a una oruga azul (un animal que también se transforma) con quien sostiene una interesante conversación. Además, la oruga, le ofrece un hongo, el cual, al ser ingerido, de un lado la hace crecer y del otro, menguar. Aquí, se podría pensar que este episodio tiene que ver con el uso de alucinógenos como potenciadores de la manifestación del inconsciente o simplemente del analista que ayuda a develar y a hilar los acontecimientos sin aparente conexión

También está Cheshire, el gato que sigue a Alicia y tiene el don de aparecer y desaparecer a su voluntad. Sin embargo, no pienso que sea ajeno a la protagonista de la historia, tal vez pueda interpretarse como la voz de su conciencia o el superyó, según el psicoanálisis.

Con plena aceptación de que las interpretaciones expuestas no hacen parte de un análisis profundo de la obra, lo único que me atrevería a asegurar es que Alicia en el país de las maravillas es la precursora de vanguardias artísticas de finales del siglo XIX donde el hombre presiente que todos sus valores están en crisis y se atreve a explorar nuevas dimensiones donde la sinrazón ha invadido todos los ámbitos, puesto que la lógica no es suficiente para comprender la esencia del ser humano.

Comunicación y cultura urbana

En la universidad, mientras escribía mi trabajo de grado, me encontré varias veces con la dificultad de explicarle, sobre todo a las personas que no tienen nada qué ver con la comunicación o con el estudio de las ciencias sociales, la relación de mi objeto de estudio con la profesión que había elegido.


Santuario de la Rosa Mística en el sector La Aguacatala, Medellín
Elizabeth Duque Aristizábal

Justificar, entonces, ese vínculo entre las expresiones de la religiosidad popular en Medellín con la comunicación, cuando la mayoría de las personas la asocian solamente con los mass media, se me simplificó cuando encontré una cita de Juan Carlos Pérgolis, la cual señala que es posible pensar en los objetos culturales urbanos como elementos de la comunicación o en los acontecimientos que valen en sí mismos, porque mantienen las pautas de cualquier modelo comunicacional, es decir, que cumplen con las siguientes características:


· Son creados por un sujeto (individual o colectivo)
· Están originados según ciertos mecanismos de producción
· Se manifiestan a través de formas y de contenidos
· Pueden transmitirse por ciertos canales
· Son recibidos por un destinatario (individual o colectivo)
· Son determinantes de ciertos comportamientos

sábado, 20 de marzo de 2010

Otros intentos de blog...

Antes de comenzar con el proyecto de Crónicas de la luna pálida intenté publicar temas de interés personal en otro blog y me gustaría rescatar la información... Por curiosidad, visite:  http://elizabethduque.webnode.com/